martes, 1 de junio de 2010

Malestar

Recuerdo que durante el último año que estuve en el instituto, una sensación repugnante me recorría por todo el cuerpo, haciéndome vomitar cuando llegaba a mi casa. Los vómitos eran precedidos por estrambóticas y exageradas arcadas que me hacía lagrimear e hincharme los ojos por el brutal esfuerzo. Eran como digo unas arcadas exageradas, ¿pero por que esta sensación? ¿Por qué me sucedía casi todos los días cuando regresaba a casa? Estas dos preguntas son si me lo permitís alabarme a mí mismo, bastante interesantes y dignas de reflexionar. Sinceramente nunca fui al médico para averiguar el por qué de aquellas arcadas, que en ocasiones acababan en vomiteras cortas o simplemente no vomitaba, pero mi cuerpo quedaba desecho por el esfuerzo y con una sensación de asco durante unos minutos hacía la comida. Pero a pesar de no haber ido al médico, al hechicero moderno de la tribu para plantearle que mi cuerpo reaccionaba raro, creo que la respuesta estaba bastante clara, si reflexionamos un poco y analizamos. La sensación me invadía habitualmente de lunes a viernes y siempre cuando regresaba del instituto, no por la mañana, ni durante el horario del instituto, sino cuando regresaba. Por lo tanto el virus o causante de ese malestar era (redobles de tambores, por favor): El instituto. Sí, la sensación que me invadía era de repulsión por otro día de infierno, por ir a un lugar que me desagradaba en suma profundidad y que parecía que no tendría fin, un año tras otro, un año más de infierno. E leído y también e comprobado en otras personas que ciertas situaciones vividas por un individuo en el trabajo por ejemplo se traduce en estrés y que cuando uno atraviesa una situación de estrés o de máxima tensión el cuerpo se rebela, traduciendo todo ese estrés y esa tensión que acumulamos en malestares momentáneos (aunque en ocasiones no tan transitorios y que pueden degenerar en algo mucho más grave). Esto pues, era lo que a mi juicio me sucedía, ya que los fines de semana no me ocurría nada. Os ahorrare las descripciones físicas de como mi cuerpo reaccionaba con las arcadas, creo que os podéis imaginar con lo que habéis leído más arriba, además no creo que sean necesarias descripciones detalladas ni mil y una metáforas rebuscadas para trasmitiros la idea o el mensaje si queráis llamarlo así de que nuestro organismo en muchas ocasiones traduce lo que vivimos por dentro, en nuestras neuronas, en nuestro subconsciente. Las sensaciones extremas se contrarrestan con una respuesta brusca de nuestro organismo y ese fue mi caso, una sensación más, dentro de las que sentí y viví durante mis años de instituto. El instituto paso y aquella sensación de repulsión, de malestar que me reinaba se disipo y se calmo al comprobar que nunca más tendría que pasar otra vez por aquello. Tras esto mi organismo se ha comportado como un niño bueno (bueno, dentro de lo que cabe esperarse de un niño pequeño que es como podíamos identificar a veces nuestro organismo que de vez en cuando se pega algún berrinche tonto o tiene costumbres repetitivas bastante molestas) y como dirían los antiguos romanos traducidos al español moderno: mente sana, cuerpo sano.

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